Las ventajas
de las gallinas de viento
Porque apenas ocupan sitio
en sus perchas de corrientes de
aire
y no picotean mis domésticas
sillas.
Porque no desprecian las duras
mondas de los sueños,
ni corren tras las letras
que el cartero pierde cada mañana
ante mi puerta.
Porque se quedan quietas
de la pechuga al penacho,
paciente superficie, escrita en
letra pequeña,
sin olvidar plumas ni apóstrofos…
Porque dejan la puerta abierta
y la clave sigue siendo la
alegoría
que canta de vez en cuando.
Porque sus huevos son tan ligeros
y digeribles, traslúcidos.
Quién vio ese instante
en que el amarillo se harta,
agacha las orejas y calla.
Porque su silencio es tan suave,
la carne del mentón de una Venus,
las alimento…
A menudo con viento del Este,
cuando pasan las hojas de
tabiques intermedios,
se abre un nuevo capítulo
y me apoyo feliz en la valla,
sin tener que contar las
gallinas…
porque son innumerables y se
multiplican sin pausa.
Inundación
Esperamos que cese la lluvia,
aunque nos hemos acostumbrado
a permanecer invisibles, tras la
cortina.
La cuchara es colador ahora y
nadie se atreve ya
a extender la mano.
Muchas cosas flotan por las
calles,
cosas bien escondidas en tiempo
seco.
¡Qué penoso ver las sábanas
usadas del vecino!
Vamos a menudo al indicador de
nivel
y comparamos, como relojes,
nuestras cuitas.
Algunas cosas pueden regularse.
Pero cuando los aljibes se
desborden y se colme la medida que heredamos
tendremos que ponernos a rezar.
El sótano está sumergido, hemos subido
las cajas
y comprobamos con la lista el
contenido.
Todavía no se ha perdido nada…
Como es seguro que las aguas
bajarán pronto
hemos empezado a coser
sombrillitas.
Será muy duro volver a cruzar la
plaza,
claramente, con sombra de plomo.
Al principio echaremos de menos
la cortina
y bajaremos al sótano a menudo
para contemplar la marca
que las aguas nos legaron.
La escuela de
los tenores
Coge el trapo, borra la luna,
escribe el sol, la otra moneda
del cielo, pizarra escolar.
Siéntate luego.
Tus notas serán buenas,
pasarás al curso siguiente,
llevarás una gorra nueva y más
flamante.
Porque la tiza tiene razón
y la tiene el tenor que la canta.
Deshojará el terciopelo,
ahuyentará la hiedra, medida de
la noche,
el musgo, su murmullo,
todos los mirlos.
Al que toca el bajo, emparédalo
en su bóveda.
¿Quién cree aún en barricas
en que el nivel del vino
disminuye?
Sea pájaro o metralla
o sólo un zumbido hasta que
cruje,
porque el éter está repleto
de fines de semana y veraneos.
Tijeras que, en la sastrería,
gorjean la canción de la
primavera y la costura…,
no sigas su ejemplo.
Sacando el pecho, hasta que el
viento dé un rodeo.
Una y otra vez trompetas,
cucuruchos de papel llenos de
cebollas de plata.
Luego paciencia.
Espera hasta que los ojos de la
señora se aparten,
dos criadas descontentas.
Sólo entonces esa nota que las
copas temen
y el polvo
que persigue a las molduras hasta
que cojean.
Raspas de pescado, ¿quién cantará
esos intersticios
al mediodía ensartado en un
junco?
¡Qué bien cantaba Else Fenske
cuando,
en sus vacaciones de verano,
tropezó a gran altura
cayendo por una silenciosa grieta
del glaciar
y dejándonos únicamente su
sombrilla
y su do de pecho!
El do de pecho, los muchos
afluentes del Mississippi,
su espléndido aliento
que inventó las cúpulas y el
aplauso.
Telón, telón, telón.
Deprisa, antes de que el
candelabro se niegue a seguir tintineando,
antes de que las galerías se
inclinen
y la seda se abarate.
Telón, antes de que entiendas ese
aplauso.
Estadio de
noche
Lentamente ascendió el balón en
el cielo.
Entonces se vio que estaba lleno
el graderío.
En la portería estaba el poeta
solitario,
pero el árbitro pitió fuera de
juego.
Sustento de
profetas
Cuando la langosta invadió
nuestra ciudad,
no traían ya la leche a casa y el
periódico se asfixiaba,
abrieron las cárceles y soltaron
a los profetas.
Entonces recorrieron las calles
los 3.800 profetas.
Podían hablar impunemente y
alimentarse a placer
de aquel fiambre saltarín y gris
que llamábamos plaga.
Qué otra cosa se hubiera podido
esperar…
Pronto volvieron a traernos la
leche, el periódico respiró
y los profetas llenaron las
cárceles.
Asuntos de
familia
En nuestro museo—vamos todos los
domingos—,
han inaugurado una sección nueva.
Nuestros hijos abortados,
embriones pálidos y serios,
se acurrucan en simples tarros de
cristal,
preocupados por el futuro de sus
padres.
Las ventajas de las gallinas de viento
Günter Grass
@uncuentodiario
Cuentosdiario.blogspot.com
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