Nieva en
Dublín al inicio de Los muertos. Gabriel y su mujer, Gretta, acuden a la cena
navideña en casa de sus dos ancianas tías.
Aún nieva cuando la pareja vuelve a
su hotel. En la habitación, iluminada débilmente por la lámpara de gas de la
calle, Gabriel escucha la historia de Michael Furey, que amó a Gretta y murió
muy joven. En la penumbra, que es la luz de la memoria, cuando vivos y muertos
se aproximan hasta poder abrazarse, los celos se adueñan del corazón del
marido. ¿No es mayor el amor que aún siente su mujer por ese fantasma del
pasado que el que siente por él? La melancolía de este relato conmovedor está
puntuada por la nieve que cae silenciosa en la noche como un hermoso sudario
blanco.
Joyce
(Irlanda, 1882-Suiza, 1941) publicó Los muertos en 1914. Tenía 25 años.
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