Sancho Panza, que por lo demás nunca se jactó de
ello, logró, con el correr de los años, mediante la composición de
una cantidad de novelas de caballería y de bandoleros...,
en horas del
atardecer y de la noche, apartar a tal punto de sí a su demonio, al
que luego dio el nombre de don Quijote, que este se lanzó
irrefrenablemente a las más locas aventuras, las cuales empero, por
falta de un objeto predeterminado, y que precisamente hubiese debido
ser Sancho Panza, no hicieron daño a nadie. Sancho Panza, hombre
libre, siguió impasible, quizás en razón de un cierto sentido de
la responsabilidad, a don Quijote en sus andanzas, alcanzando con
ello un grande y útil esparcimiento hasta su fin.
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