Ese
amigo de la infancia que jugaba contigo en la orilla del mar ha perdido
el nombre. Era un niño flaco, quemado por el sol, hijo de un pescador.
Al fondo se ven barcas varadas en la arena y tú en la fotografía estás
con él pescando cangrejos entre las rocas del farallón en una cala
deshabitada. Ibais siempre juntos, desnudos pisando la sal de aquellos
días claros de la niñez, pero ese camarada de los primeros veranos, que
te servía de escudero, desapareció muy pronto y hoy ignoras cómo se
llamaba aunque él entonces habría dado la vida por ti.
En otra página
del álbum de retratos eres un adolescente en una mañana de otoño en el
parque con un libro en la mano, entre dos compañeros de colegio que
también sonríen. Uno de ellos se mató con la motocicleta, el otro ha
llegado a subsecretario. Los tres descubristeis el amor en la misma
promoción en medio de aquella bandada de niñas del Loreto que iban con
rebeca y falda plisada abrazando el cartapacio escolar contra los
incipientes senos. Después apareces vestido de soldado con un rifle en
un barracón de verbena en compañía de un colega de armas que te pasa el
brazo por el hombro soltando una carcajada. ¿Qué habrá sido de él? Le
gustaba mucho Sartre y tal vez ahora es dueño de una serrería. La tarde
huele a paja quemada y los murciélagos bailan dentro de un vapor de oro
mientras tú vas pasando las hojas de un álbum cuyas imágenes son humo de
la memoria. En él hay múltiples figuras evanescentes que un día
quedaron atrás, si bien esos seres te regalaron por un momento parte de
su alma sin pedirte nada. La marea los ha arrastrado a distintas playas,
ninguno ha cumplido sus sueños, pero cada uno de ellos se cruzó en tu
vida por azar y durante un tiempo te acompañó en la travesía de los
placeres y las desdichas. Al cerrar el álbum de fotos piensas que todos
los amigos que has tenido son el mismo. Su rostro está dentro de ti
desde la infancia. Es aquel niño sin nombre que jugaba contigo en la
orilla del mar. A través de la existencia no has hecho sino reflejarte
en sus ojos.
El País, 28. VIII. 1988
A favor del placer, Madrid, El País/Aguilar, 1993, págs. 107-108
El País, 28. VIII. 1988
A favor del placer, Madrid, El País/Aguilar, 1993, págs. 107-108
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