En Locarno, en la Italia superior, al pie de los Alpes, se hallaba un palacio antiguo perteneciente a un Marqués, y que en la actualidad, viniendo del San Gotardo, puede verse en ruinas y escombros: un palacio con grandes y espaciosas estancias, en una de las cuales antaño fue alojada por compasión, sobre un montón de paja, una vieja mujer enferma, a la que el ama de llaves encontró pidiendo limosna ante la puerta. El Marqués, que al volver de la caza entró casualmente en la estancia donde solía dejar los fusiles, ordenó malhumorado a la mujer que se levantase del rincón donde estaba acurrucada y que se pusiese detrás de la estufa. La mujer, al incorporarse, resbaló con su muleta y cayó al suelo, de forma que se golpeó la espalda. A duras penas pudo levantarse y, tal como le habían ordenado, salió de la habitación, y entre ayes y lamentos se hundió y desapareció detrás de la estufa.
30 mar 2017
Heinrich von Kleist - La Mendiga de Locarno
En Locarno, en la Italia superior, al pie de los Alpes, se hallaba un palacio antiguo perteneciente a un Marqués, y que en la actualidad, viniendo del San Gotardo, puede verse en ruinas y escombros: un palacio con grandes y espaciosas estancias, en una de las cuales antaño fue alojada por compasión, sobre un montón de paja, una vieja mujer enferma, a la que el ama de llaves encontró pidiendo limosna ante la puerta. El Marqués, que al volver de la caza entró casualmente en la estancia donde solía dejar los fusiles, ordenó malhumorado a la mujer que se levantase del rincón donde estaba acurrucada y que se pusiese detrás de la estufa. La mujer, al incorporarse, resbaló con su muleta y cayó al suelo, de forma que se golpeó la espalda. A duras penas pudo levantarse y, tal como le habían ordenado, salió de la habitación, y entre ayes y lamentos se hundió y desapareció detrás de la estufa.
28 mar 2017
W.W. Jacobs - La pata de mono
I
La noche era fría y húmeda, pero en la pequeña sala de Laburnum Villa los postigos estaban cerrados y el fuego ardía vivamente. Padre e hijo jugaban al ajedrez. El primero tenía ideas personales sobre el juego y ponía al rey en tan desesperados e inútiles peligros que provocaba el comentario de la vieja señora que tejía plácidamente junto a la chimenea.
-Oigan el viento -dijo el señor White; había cometido un error fatal y trataba de que su hijo no lo advirtiera.
-Lo oigo -dijo éste moviendo implacablemente la reina-. Jaque.
-No creo que venga esta noche -dijo el padre con la mano sobre el tablero. -Mate -contestó el hijo.
27 mar 2017
Juan Rulfo - ¡Diles que no me maten!
-¡Diles que no me maten, Justino! Anda, vete a decirles eso. Que por caridad. Así diles. Diles que lo hagan por caridad.
-No puedo. Hay allí un sargento que no quiere oír hablar nada de ti.
-Haz que te oiga. Date tus mañas y dile que para sustos ya ha estado bueno. Dile que lo haga por caridad de Dios.
-No se trata de sustos. Parece que te van a matar de a de veras. Y yo ya no quiero volver allá.
14 mar 2017
Philip K. Dick - Algunas peculiaridades de los ojos
Descubrí por puro accidente que la Tierra había sido invadida por una forma de vida
procedente de otro planeta. Sin embargo, aún no he hecho nada al respecto; no se
me ocurre qué. Escribí al gobierno, y en respuesta me enviaron un folleto sobre la
reparación y mantenimiento de las casas de madera. En cualquier caso, es de
conocimiento general; no soy el primero que lo ha descubierto. Hasta es posible que
la situación esté controlada.
8 mar 2017
Ambrose Bierce - Aceite de perro
Me llamo Boffer Bings. Nací de padres honestos en uno de los más humildes caminos de la vida: mi padre era fabricante de aceite de perro y mí madre poseía un pequeño estudio, a la sombra de la iglesia del pueblo, donde se ocupaba de los no deseados. En la infancia me inculcaron hábitos industriosos; no solamente ayudaba a mi padre a procurar perros para sus cubas, sino que con frecuencia era empleado por mi madre para eliminar los restos de su trabajo en el estudio. Para cumplir este deber necesitaba a veces toda mi natural inteligencia, porque todos los agentes de ley de los alrededores se oponían al negocio de mi madre. No eran elegidos con el mandato de oposición, ni el asunto había sido debatido nunca políticamente: simplemente era así.
1 mar 2017
Clarice Lispector - Felicidad clandestina
Ella era gorda, baja, pecosa y de pelo excesivamente crespo, medio amarillento.
Tenía un busto enorme, mientras que todas nosotras todavía eramos chatas. Como
si no fuese suficiente, por encima del pecho se llenaba de caramelos los dos
bolsillos de la blusa. Pero poseía lo que a cualquier niña devoradora de historietas
le habría gustado tener: un padre dueño de una librería.
No lo aprovechaba mucho. Y nosotras todavía menos: incluso para los cumpleaños,
en vez de un librito barato por lo menos, nos entregaba una postal de la tienda del
padre. Encima siempre era un paisaje de Recife, la ciudad donde vivíamos, con sus
puentes más que vistos.
Detrás escribía con letra elaboradísima palabras como "fecha natalicio" y
"recuerdos".
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