Tenía
la heroica manía bella de lo derecho, lo recto, lo cuadrado. Se pasaba
el día poniendo bien, en exacta correspondencia de líneas, cuadros,
muebles, alfombras, puertas, biombos. Su vida era un sufrimiento acerbo y
una espantosa pérdida. Iba detrás de familiares y criados, ordenando
paciente e impacientemente lo desordenado. Comprendía bien el cuento del
que se sacó una muela sana de la derecha porque tuvo que sacarse una
dañada de la izquierda.
Cuando
se estaba muriendo, suplicaba a todos con voz débil que le pusieran
exacta la cama en relación con la cómoda, el armario, los cuadros, las
cajas de las medicinas.
Y cuando murió y lo enterraron, el enterrador le dejó torcida la caja de la tumba para siempre.
(1930)
Por favor, sea breve. Antología de relatos hiperbreves, edic. Clara Obligado, Madrid, Páginas de Espuma. Madrid, 2001, pág. 71
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