Un viejecito de barba blanca y larga,
bigotes enrubiecidos por la nicotina, manta lacre, zapatos de taco alto,
sombrero de pita y un canasto al brazo, se acercaba, se alejaba y
volvía tímidamente a la puerta del cuartel. Quiso interrogar al
centinela, pero el soldado le cortó la palabra en la boca, con el grito:
-¡Cabo de guardia!
El suboficial apareció de un salto en la puerta, como si hubiera estado en acecho.
Interrogado con la vista y con un movimiento de la cabeza hacia arriba, el desconocido habló:
4 dic 2015
3 dic 2015
Kjell Askildsen - En el café
Una de las últimas veces que estuve en
un café fue un domingo de verano, lo recuerdo bien, porque casi todo
el mundo iba en mangas de camisa y sin corbata, y pensé: tal vez no sea
domingo, como yo creía, y el hecho de que pensara exactamente eso hace
que me acuerde. Me senté a una mesa en medio del local, a mi alrededor
había mucha gente tomando canapés y bollos, pero casi todas las mesas
estaban ocupadas por una sola persona.
2 dic 2015
Luis Mateo Díez - La bandera
Misto era el primero en salir cuando don
Brano, sin darse la vuelta sobre el encerado, donde ponía las cuentas
que luego había que copiar en los cuadernos, alzaba la mano izquierda y
mostraba el reloj en la muñeca dejando apreciar los puños raídos de la
camisa, que había sido blanca en alguna antigüedad tan remota como la de
los cartagineses.
Misto ocupaba habitualmente el primer pupitre, destacado entre las dos filas que lo continuaban, como si el pupitre fuese la punta de lanza de un ejército valeroso. Era el premio al mejor, no solo al más aplicado sino al más sumiso y al que revelaba los mayores sentimientos patrióticos, algo que los alumnos que alcanzaban el tercer grado, y que jamás olvidarían a don Servo y a don Amo, no lograban comprender con exactitud.
Misto ocupaba habitualmente el primer pupitre, destacado entre las dos filas que lo continuaban, como si el pupitre fuese la punta de lanza de un ejército valeroso. Era el premio al mejor, no solo al más aplicado sino al más sumiso y al que revelaba los mayores sentimientos patrióticos, algo que los alumnos que alcanzaban el tercer grado, y que jamás olvidarían a don Servo y a don Amo, no lograban comprender con exactitud.
1 dic 2015
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